En las escuelas siempre surgen conflictos entre dos o más personas, y la mediación es una buena estrategia para resolver esos conflictos y fomentar el diálogo, es el paso lógico si las partes no han logrado llegar a un acuerdo-alternativa de colaboración. No obstante, este paso debe ser siempre voluntario, que otorga una apertura a soluciones creativas y tiene la capacidad de ser una negociación cara a cara (mediante un tercero), sin embargo, mediar no siempre es la solución si las partes necesitan establecer un precedente legal.
Los mediadores pueden ser profesores, padres, incluso alumnos, y en cualquier caso nunca se trata de imponer soluciones o clarificar quién dice la verdad en el conflicto, sino que actúan de “puente” y fomentan el diálogo entre las partes enfrentadas.
Las ideas y las soluciones deben salir de los que han tenido el conflicto, pues ellos mismos elaborarán soluciones estableciendo finalmente un pacto.
Toda mediación consta de unas fases que son pasos que se han de seguir para establecer el diálogo, por tanto, la primera fase se denomina “fase de presentación y reglas del juego” o “premediación”, en ella se da una charla introductoria, se justifica la entrevista, se garantiza la privacidad de la misma y se reduce la ansiedad.
Fase 2: “Cuéntame”. Una de las partes comienza a hablar y el mediador pregunta de manera eficaz cuales son sus sentimientos y cual es el problema. Después el turno lo tiene la otra parte.
Fase 3: “Aclarar el problema”. En esta fase también se procede con turnos. Una parte se pondrá en el punto de vista de la otra y así lograr entender que puede sentir el otro.
Fase 4: “Proponer soluciones”. Cada persona implicada en el conflicto expresará su forma de solucionar el problema y una propuesta para que no se repita en el futuro.
Fase 5: “Acuerdo”. Esta es la última fase se una sesión de mediación. Ambas partes, tras proponer soluciones a el conflicto, pactan un acuerdo y lo firman. No obstante, este no es el final de la mediación, sino que ésta debe seguir en marcha mediante un seguimiento acerca de la puesta en marcha de las opciones seleccionadas que debería ser diario.
Los objetivos de las fases en la mediación son: escuchar a cada una de las partes, hacer preguntas, inducir, sintetizar, establecer prioridades de las partes, ayudar a liberar tensiones y emociones para facilitar el diálogo entre las partes, identificar intereses comunes, ayudar a las partes a centrarse en el futuro y no ampararse en el pasado, añadir puntos que no se han llegado a poner de manifiesto, orientar y empujar a las partes a que establezcan una solución, y por último, estar atentos a las alternativas.
Un buen mediador debe tener habilidades asertivas y conocer bien su rol en el proceso. Por tanto, escuchará de manera activa, que consiste en comprender, escuchar todo encaminándose a establecer una cordialidad, clarificar, parafrasear, resumir tanto hechos como sentimientos y reflejar emociones y deseos de cada una de las partes. También es necesario que sea capaz de estructurar la sesión y para ello debe realizar intervenciones encaminadas a crear orden pero al mismo tiempo generando flexibilidad, respetar los silencios, encauzar los problemas a la búsqueda de acción y resolución sabiendo priorizar los problemas y gestionar desde los más simples a los más complejos.
Los resultados de una buena mediación son muy beneficiosos; además de evitarse la aplicación del reglamento del centro, se evita el deterioro de las relaciones fomentando el diálogo para que los implicados aprendan a manejar mejor sus posibles futuras disputas.
Como el mediador es solo una guía para que los que hayan tenido el conflicto canalicen problemas sentimientos y soluciones resulta muy gratificante para todos, ya que el mediador no impone soluciones, lo cual también genera un crecimiento personal de cada uno de los implicados que buscan soluciones. Si bien es cierto que las soluciones basadas en los intereses y pactadas mutuamente, tienen más posibilidades de perseverar las relaciones y de ser aplicadas
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